Vivimos una era de complejidad sin precedentes. Internet nos da la posibilidad de estar en contacto con cantidades de información astronómicas y pone en nuestro conocimiento a multitud de colectivos, teorías y movimientos sociales a los que jamás hubiéramos tenido acceso. Este es el caso del polémico video de Amarna Miller que a las cuatro horas de su publicación ya tenía millones de defensores, detractores, detractores de los detractores, opiniones cuñadas y tesis doctorales. Esto es lo que tiene la red, que pese a esta aparente riqueza y pluralidad lo que ha generado es el tic de la opinión.
Opinamos por defecto, opinamos como una reacción inconsciente de autoafirmación, de necesidad de pertenencia, o de distinción, buscando aprobación, aplauso o distinguirnos, sin darnos cuenta de que las cosas realmente importantes casi nunca son blancas o negras.
Todo este alud de opiniones y contra opiniones con el video de Amarna me ha dejado exhausta, porque cada vez que trato de posicionarme no lo consigo. He leído todas las opiniones, desde el feminismo más conservador a las más radicales y las entiendo a todas. Así que una voz interior me grita:
-» Anda! Que eres una tibia! Menudo timo de feminista estás hecha! Posiciónate!»
Pero es que resulta que sobre este temita no tengo las cosas nada claras.
Hace ya un tiempo que toda mi aspiración vital es aprender a vivir sin certezas y ésto a menudo incluye el hecho de NO SABER.En muchos temas lo que reivindico es el PROCESO. No tengo una opinión cerrada sobre el abolicionismo, el porno, la sexualidad y su relación con los feminismos. Son temas realmente complejos que se merecen una reflexión profunda. Por ahora prefiero asumir la a angustia que hay debajo de la incertidumbre y quedarme dándole una vuelta.
Y con esto no abogo por el relativismo del «todo vale», » no me mojo» o «no opino»; al contrario, me tomo tan en serio el debate que no quiero posicionarme de forma apresurada porque se está convirtiendo en una esclavitud más de esas que generan las redes sociales y porque a menudo no suma, sino que más bien divide.
Y aquí aparece la otra incapacidad del feminismo y de los movimientos críticos en general que es la de querer darnos el carnet de buena o mala feminista. Lo que define a los movimientos críticos es la continua revisión y cuestionamiento; la disensión constante y la evolución .Asumamos que el feminismo no existe, que lo que hay son feminismos bajo los que se adscriben multitud de sensibilidades diversas, y sobre todo aprendamos como movimiento plural y en proceso de de-construcción a mantenernos en la pregunta.
Porque en los grandes temas, desgraciadamente para nuestra tranquilidad, hay tantos grises como tonos de blanco puede ver un esquimal.
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